El centralismo mexicano ha permeado todos los intersticios del tejido nacional. En la Ciudad de México se comercia y especula, se delibera y se decide para todo el país. Ese síndrome centralista ha sido reforzado por los medios de comunicación. No contamos con un sólo diario que tenga presencia en toda la República, pero a los que se editan en esta capital, por ese sólo hecho; se les llama periódicos nacionales. La radio es el único medio en donde pareciera haber algún equilibrio entre las dimensiones local y nacional; en cambio, la mayor parte de la televisión que ven los mexicanos tiene origen, rasgos, prioridades y contenidos chilangos.
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