Amar la Arquitectura (con mayúscula) es condición indispensable para saber de ella y llegar a entenderla. Porque uno se acerca a aquello que ama: lo rodea y entra en ello. Y ella se nos da de cerca: en lo que la envuelve y está adentro. Alrededor y en su interior. No basta que la veamos a simple vista. Nos invita a acercarnos y a visitarla. Quiere que seamos sus huéspedes. La Arquitectura nos retiene y nos hace demorar con tiempo y despacio. Porque sólo despacio se aprehende el espacio: se toma posesión de él, se habita y hace propio. El espacio es mío cuando lo habito. Y más tarde lo recordaré. Será parte de mi memoria.
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