Con una población de 42 600 habitantes, a principios del siglo XIX Zaragoza permanecía como centro político y religioso del antiguo reino de Aragón. La ciudad no estaba fortificada; el recinto que la rodeaba era un muro de diez a doce pies de altura por tres de espesor, construido en ladrillo, mampostería e incluso por las paredes de varios conventos y edificios. En el interior conservaba la estructura de su vieja muralla romana. El 9 de junio, tras la reunión de las Cortes de Aragón, D. José Palafox había sido nombrado oficialmente capitán general. Sin ninguna experiencia militar, tomaba el mando de un ejército inexistente, pero, auxiliado por los hermanos Torres y el capitán López Pascual, en poco más de un mes formaría un ejército de la nada. Los franceses conocían a la perfección la situación de Zaragoza y que creían que no tenía ninguna opción real de resistencia. La realidad fue muy distinta.
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