Es fundamental antes de abordar cualquier cuestión conflictiva en el plano de lo social, comenzar recordando que el concepto de normalidad es una de las mayores trampas jamás edificadas, esto es, se usa con demasiada asiduidad para naturalizar situaciones construidas sobre la base de la desigualdad y para legitimar o justificar actuaciones que únicamente redundan en beneficio de una de las partes. Así pues, lo normal no existe como verdad revelada, existen convenciones dentro de una sociedad o un grupo que establecen qué es lo deseable o esperable sobre algo, pero incluso estas son arbitrarias y desde luego no universales. He aquí el error, tratar de interpretar y explicar el mundo a partir de lo que hemos asumido como lo normal, lo lógico, cuando esta categoría es una ilusión que principalmente permite estructurar “el nosotros” frente a “los otros”, pero que en ningún caso sirve como modelo holístico, por lo que es un gran error tratar de medirlo todo con dicho instrumento
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