Cuando se conjugan los tiempos y espacios vinculados a la colonización dejamos llevar nuestro pensamiento (moderno) a la acción de ciertas naciones imperiales –esencialmente- europeas que desde el siglo XVI asumieron el poder cultural y económico global, convirtiendo a Occidente en una etiqueta que trascendía lo geográfico.
Todo proceso colonizador, como señala Josef Estermann (2014), conlleva siempre un aspecto de asimetría y hegemonía, tanto en lo físico y económico, así como en lo cultural y civilizatorio. Esto se traduce en estrategias de violencia y subyugación bien conocidas. Igualmente es conocida la sinrazón que se ejercía hasta el punto de llevar a un grado superlativo tal colonización con la acción de la esclavitud: es decir, una situación jurídica en la que una persona pasa a ser propiedad de otra
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