Hospital, Costa Rica
De los males más conocidos, la violencia y el odio, y de los más naturalizados, la violencia simbólica. Pareciera que logramos transformar la capacidad creativa de los seres humanos en sofisticadas formas de violencia que se expresan de maneras poco visibles y que son “socialmente” aceptadas. También es de sospechar, que estas maneras de relacionarse y de ejercer control de unos sobre otros, es posiblemente la forma más fácil que hemos encontrado para canalizar el miedo a lo diferente, al otro, a lo nuevo y al cambio entre muchos otros activadores de los temores sociales.
Como una forma de compensar el repudio y la censura a la violencia más tradicional, reaparecen sutiles vías de control, de dominación y de ejercicio del odio sobre “los otros”, como comportamientos no cuestionados, por temor a la exclusión o al aislamiento. Elisabeth Noelle-Neumann (1995) ya lo planteaba en sus estudios sobre la opinión pública, al referirse a la bien conocida “espiral del silencio”, afirmaba que los individuos son capaces de cambiar sus opiniones con tal de no sentirse aislados del grupo o bien, sumergirse en el silencio si perciben que sus opiniones no coinciden con las que, en apariencia, son las dominantes y mayoritarias
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados