Corría el año 1935 cuando los trabajadores de la fábrica de H. Upmann escuchaban cada día las aventuras del conde de Montecristo en el lector de galera cuando al asturiano Alonso Menéndez, propietario de la fábrica, se le ocurrió la idea de sacar al mercado una nueva marca de habanos con el nombre de Montecristo.
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