Casi cien nombramientos en dos semanas. Este fue el primer y más urgente reto de Pedro Sánchez tras su precipitada llegada al poder el pasado 1 de junio. El primer examen, componer un Consejo de Ministras y de Ministros potente, con independientes y mensajes, lo aprobó con sobresaliente. Pero el precio fue dejar en el aire un importante cabo suelto: el partido. Una asignatura pendiente que ahora ha afrontado nombrando en los segundos niveles –secretarios de Estado, subsecretarios, delegados del Gobierno– a “gente del partido”. Serán los encargados de blindar la conexión entre el PSOE y el Ejecutivo, pero también, en algunos casos, de poner coto y control a poderes internos –como el de Susana Díaz– o a poderes llegados de fuera, como es el caso del nuevo jefe de Gabinete, Iván Redondo, rodeado, en su gabinete, por colaboradores pata negra del PSOE.
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