Cuando en las décadas del 80 y 90, publiqué varios artículos que identificaban los tres problemas principales de salud mental en el Perú: 1°) la pobreza y el subdesarrollo, 2°) la corrupción generalizada y 3°) la violencia1,2,3, no imaginé la profundidad con la que la segunda de ellas, la corrupción, carcomía la estructura institucional del Estado, el sistema democrático y el tejido social de nuestro país. Al respecto, no necesito aportar evidencias porque fluyen sin freno por todos los niveles observables de nuestra sociedad, desde los más altos hasta los más humildes, como si los peruanos, por primera vez, hubiéramos logrado ponernos de acuerdo en algo, en decirle a Manuel Gonzales Prada que tenía razón: “En el Perú, donde pones el dedo salta el pus”.
When in the 80s and 90s, I published several articles that identified the three main mental health problems in Peru: 1) poverty and underdevelopment, 2) widespread corruption and 3) violence1,2,3 I did not imagine the depth with which the second of them, corruption, eroded the institutional structure of the State, the democratic system and the social fabric of our country. In this regard, I do not need to provide evidence because they flow unchecked by all the observable levels of our society, from the highest to the most humble, as if the Peruvians, for the first time, had managed to agree on something, to tell Manuel Gonzales Prada who was right: "In Peru, where you put your finger jumps the pus."
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