El balance de los hechos registrados en 2005 en la pantalla chica es contundente: en nuestro país es imposible hablar de la televisión sin referirse al poder político. Así lo refrendan los acontecimientos ocurridos el año pasado que, sin duda, se constituyeron en la cronología de los sucesivos avances de un poder que, abiertamente y sin discrecióon alguna, y ante ta antesala electoral impulsó un proyecto generado tiempo atrás para imponer su agenda a la de los intereses nacionales y así influir en las directrices para el rumbo del país. Ello no sólo como garantía para el logro de sus fines lucrativos, sino también para probar las mieles de otra clase de poder, más seductora y sofisticada que el propio poder económico: el poder político.
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