Las necesidades de infraestructuras en los países del golfo de Bengala están abriendo apetitos. La partida se juega entre Japón, la India y China, que ha reactivado la competencia con sus “rutas de la seda”. Los proyectos, que no reparan demasiado en sus consecuencias ecológicas, a menudo se apoyan en los militares, en detrimento de las poblaciones locales expulsadas de sus tierras, como los rohingyas.
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