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El Arte, un espectador de la Guerra: Del dolor de los cuerpos femeninos a la profanación del Ser

  • Autores: Alejandra Solorzáno
  • Localización: Escena: Revista de las artes, ISSN-e 2215-4906, ISSN 1409-2522, Vol. 75, Nº. 2, 2016, págs. 227-240
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • español

      El arte en algunas de sus obras más importantes, ha sido observador declarante de la historia y la continuidad de un cierto proceso de "naturalización" por la que el cuerpo femenino ha sido botín de guerra. Las autorías que ilustran a través del tiempo "el rapto", y en alguna medida la justificación de robo, sometimiento y sacrificio de mujeres a causa de su belleza como recompensa de guerra, revelan un problema vigente y crítico sobre nuestra contemporaneidad, el secuestro del cuerpo por sobre la anulación del Ser femenino. Importantes obras de arte que registran de forma bella y acrítica, sucesos de la mitología tales como el rapto de Europa, el secuestro de Perséfone, las Sabinas, el sacrificio de Ifigenia, por mencionar algunas, fundamentan las bases de una maquillada “justificación” de la violencia sexual y la esclavitud femenina, que en la historia del mundo, casos como el de Boc Dong Kim y las “mujeres de solaz” o “mujeres de confort” de Corea, China, Filipinas, Malayas, entre otras (Segunda Guerra Mundial), y el caso de las mujeres de Sepur Zarco en Guatemala (1980-1983), son ejemplos de un doble crimen de guerra. Se anula al Sujeto femenino por la instrumentalización de su corporalidad. La belleza como mandato social y asignación de género es un enemigo profanador de la constitución ontológica del ser femenino. La mujer como cuerpo y el cuerpo que le es despojado. En tanto, el arte ha sido un testigo pasivo y quizá, en su indolencia, legitimador.

    • English

      In some of its most important works, Art has been an outspoken observer of history and of the conti - nuity of a certain process of “naturalization” by which the female body has become spoils of war. The artists that throughout history illustrate the “rapture,” and, to some extent, the justification of the theft, subjugation, and sacrifice of women as spoils of war because of their beauty, reveal a prevailing and cri - tical problem of our times: the kidnapping of the body through the abolition of the female Self. Impor - tant works of art register, both beautifully and uncritically, mythological events such as the abduction of Europe, the kidnapping of Persephone, the rape of the Sabine women, the sacrifice of Iphigenia, to mention a few examples. Thus, they become the foundation of an embellished “justification” of sexual violence and female slavery –as in world history cases like Bok-dong Kim and the comfort women in Korea during World War II, or that of Guatemala’s Sepur Zarco women (1980-1983) – which are exam - ples of a double war crime. The female Self if obliterated through the instrumentalization of her cor - porality. Beauty as socially-demanded and gender-assigned is a defiling enemy of the ontological act of being female, and it creates the image of woman as body and as the body that is taken away. Meanwhile, art has been a passive and, in its indolence, maybe even a legitimizing witness of this process.


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