Los migrantes latinoamericanos guiados por el interés de mejorar sus condiciones de vida en la sociedad estadounidense se aglomeran en las ciudades de la frontera México-USA, erigiendo las viviendas y conformando los barrios que constituyen el espacio físico que les integra en el espacio social receptor. En la casa del migrante subyace la ambivalencia del punto de tránsito y las pretensiones de permanencia, generando hechos urbanos cargados de significados fugaces que paradójicamente suelen anclarse en la materialidad del tejido de la ciudad. La tensión previsible entre el barrio que emerge y el núcleo urbano preexistente, entre los poderes asentados y el inestable avecindado reciente provoca las prácticas y percepciones que singularizan a las ciudades fronterizas, las cuales se exploran en esta ocasión para mostrar la compleja construcción transitoria de la identidad arquitectónica y urbana en un espacio dual por definición.
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