Alfredo Lérida, Guillermo López Ibáñez, Anna Puigjaner, María Charneco
ste proyecto aporta una sabia relectura de los edificios de viviendas entre medianeras insertados en las manzanas del Ensanche de Cerdà de Barcelona, en varias escalas, funciones y materialidades. La generosidad espacial con la que se trata el vestíbulo ofrece a sus vecinos espacios de circulación y de estancia adicionales, iluminados naturalmente por los patios sin cubrir, que devuelven a este tipo de inmuebles de promoción privada una dignidad olvidada en las últimas décadas. En cuanto a las plantas de viviendas, su programa doméstico se resuelve con gran inteligencia distributiva, ofreciendo un conjunto de habitaciones articuladas entre sí, sin necesidad de pasillos. Esta solución tipológica les permite, además, un mejor aprovechamiento de la superficie útil y una versatilidad futura en sus usos y redistribuciones.
Este proyecto nace de la radicalización de todo aquello que parecía valioso de la tradición tipológica doméstica del Eixample barcelonés. Así, las plantas tipo se formalizan siguiendo la distribución de habitaciones idénticas (o casi) que tradicionalmente caracterizó la vivienda de finales del siglo XIX de la zona. Viviendas que han visto modificado su uso a lo largo de las décadas sin abordar por ello cambios sustanciales. Un sistema aparentemente rígido que, sin embargo, ha permitido cambiar su uso en el curso del tiempo.
Entendiendo esta condición tipológica, el edificio de viviendas se ha concebido como un sistema de habitaciones en el que el programa de cada apartamento puede ser modificado en función de las necesidades futuras de sus habitantes. Con esa flexibilidad como objetivo, las habitaciones disponen de dimensiones similares, permitiendo eliminar cualquier tipo de jerarquía espacial y predeterminación del programa. Cada piso puede ser definido y reprogramado según convenga, incluso la posición de la cocina puede variar. Esa flexibilidad es posible gracias a la situación de los baños, concentrando las instalaciones verticales que pueden conectar con todas las habitaciones. Cada planta se divide en cuatro apartamentos de cinco habitaciones conectadas entre sí sin necesidad de pasillo. La cocina se ubica en el centro; las otras habitaciones se pueden utilizar, indistintamente, como dormitorios, estudios o salas de estar.
La planta baja, por su parte, reinterpreta los vestíbulos tradicionales y populares propios del Eixample barcelonés, donde los mármoles y los grandes espacios definen el lugar de recepción. A modo de grandes objetos habitables, los muebles tradicionales se transforman aquí en volúmenes pétreos colocados en medio de un gran espacio abierto. Los patios interiores descubiertos permiten la ventilación natural y, literalmente, convierten la planta baja en una extensión del jardín y de la calle.
Algo similar ocurre con la fachada, cuya composición arquetípica tradicional ha sido directamente replicada. La fachada se propone siguiendo una relectura directa de la arquitectura “ordinaria” y tradicional del ensanche de Cerdà, en el que predominan los estucos de cal con motivos decorativos, las aberturas verticales, los balcones y las persianas de librillos.
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