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Columnas Commemorativas de los 30 años de la reconstrucción del Pabellón Alemán en Barcelona LUIS MARTÍNEZ S

  • Autores: Luis Martínez Santa-María, Roger Joan Sauquet
  • Localización: On diseño, ISSN 1695-2308, Nº. 371-372, 2017
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • Valoración del Jurado: Los cien bidones de chapa de acero, recogidos en un cementerio de residuos químicos, adquieren una segunda vida, de mayor dignidad y belleza, al ser reciclados como tambores de estas nuevas columnas que rememoran a las que hubo en su día frente al icono de la arquitectura moderna. Los bidones, unidos en vertical por un simple cordón de soldadura, junto a su acabado colorido y a la vez despintado y oxidado, transforman su significado, situándose entre el arte conceptual y la instalación de arquitectura. De hecho, la referencia al elemento erguido, enfrentado a la horizontalidad del pabellón de Barcelona, reconecta con la esencia de estos elementos primordiales de la arquitectura: el podio y la columna; la losa y la pantalla; la materia noble y el material reciclado, todos en diálogo.

      No decimos nada nuevo si recordamos que la horizontalidad del Pabellón Alemán en Barcelona buscó contrastarse con la verticalidad de las ocho columnas jónicas, y que el Pabellón Alemán, como toda la arquitectura de Mies, insistió en in-expresar la estructura. Las columnas, los pilares y los soportes se convierten en objetos y se cortocircuita cualquier lectura obvia del sistema estructural.

      Sabiéndolo o no sabiéndolo Mies, las columnas chapadas en acero cromado del pabellón guardan una profunda relación con las columnas clásicas que también nacieron para hacernos creer que no se ven afectadas por el peso y que, lejos de soportar una carga, parecen surgir desde el suelo, elevarse y abrirse.

      Las limitaciones presupuestarias animan a buscar ocho columnas, fáciles de construir, en las que no deje de estar presente la gracia que tuvieron las antiguas columnas. Bidones de chapa de acero provenientes de los cementerios de residuos químicos, bidones relacionados con la ciudad actual, marcados por señales reconocibles, se colocan uno encima del otro gracias a simples cordones de soldadura.

      Son los nuevos tambores de las columnas. Son también objetos con cierto valor, ya que el tiempo se ha encargado de despintarlos y desfigurarlos, de desactivar su funcionalidad, consiguiendo en sus superficies y en sus abolladuras efectos inimitables. Las columnas clásicas nacieron sin duda para celebrar la luz y el horizonte. En un conocido dibujo de Le Corbusier, los fustes de las columnas del Partenón reflejan las montañas, el cielo y el mar. Son superficies reflectantes que hablan sobre el espíritu del lugar en que se erigen y que multiplican ese reflejo con cada una de sus canaladuras. La fila multicolor de columnas realizadas con bidones industriales de desecho, también realiza una ironía hacia las amenazas del paisaje industrial y hacia la belleza ambigua y errada desvelada por este mismo paisaje. Tal vez a ese Mies que dijo una vez: “yo no quiero transformar el mundo, solo quiero expresarlo, es todo lo que quiero”, probablemente le habrían gustado estos ocho fustes hechos con chatarra.


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