Vivimos en la sociedad de la hiperproducción y del hiperconsumo, en la que el mercado y el marketing trastocan nuestra conciencia de necesitar. La avidez de poseer genera cegueras y desórdenes en el ser humano que no le permiten ser en plenitud. El surgimiento del homo miserabilis está amenazando la sostenibilidad, la justicia y la paz. La frugalidad y la sencillez de vida son, paradógicamente, la única forma de salir de la pobreza personal y sistémica. Para ser conscientes de nuestras verdaderas necesidades y de nuestros límites, necesitamos ordenar nuestras vidas, nuestros afectos; algo en lo que puede ayudarnos la espiritualidad.
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