Argentina
Rubén Darío había llegado a Buenos Aires desde su Momotombo natal, como gozne consciente de mundos separados en el tiempo y en el espacio: traía noticias de viejos troncos y de nuevos retoños a la comunidad cultural del Sur de América por la cual se sentía curiosamente atraído. Era un vate sagrado, ajeno a la solemnidad que otros otorgan a la dimensión de la sacralidad. Pertenecía a una nueva y vieja manera de vivir el cristianismo, ligada al humanismo helenocristiano y al movimiento modernista de Alfred Loisy, que proponía la lectura actualizada de la Biblia, la libre interpretación y cruzamiento de textos, culturas y tradiciones en el crisol de una nueva oleada humanista que fue incomprendida por la Iglesia y hasta por algunos poetas.
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