La casa Fernando Gómez (Durana, Álava, 1959-60) representa un punto de inflexión en la carrera de Francisco Javier Sáenz de Oíza, tanto desde el punto de vista personal como profesional. Se trata de una casa que nace a partir de una idea elemental –el refugio– en la que el arquitecto abandona la ortodoxia moderna anterior desarrollada en los años 50 y donde explora un camino que, más allá de los postulados orgánicos, sugiere que la arquitectura ha de ser un organismo complejo, vivo, que surge de conciliar actitudes contrapuestas, de aunar “lo uno y lo otro”, parafraseando a Venturi.
Si bien existe unanimidad en situar esta obra como pieza clave de su trayectoria, apenas ha sido estudiada en profundidad. Con la presente investigación se desea cubrir ese vacío, planteando un estudio detallado desde una serie de interpretaciones de lo complejo, verificando así la hipótesis de entender Durana como un ejercicio de sincretismo entre la cueva y la tienda de campaña, entre lo abierto y lo cerrado, entre lo moderno y lo tradicional, o entre la ciudad y el paisaje. En su ambigüedad reside su valiosa aportación a la arquitectura doméstica española del siglo XX.
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