Ante la transformación de la estructura por edades, las nuevas dinámicas demográficas suelen ser señaladas como parte de un “problema” económico, especialmente para la sostenibilidad de los sistemas de pensiones. Este artículo cuestiona dicha idea, analizando las limitaciones de los indicadores cuyos resultados la respaldan y proponiendo otro abordaje para dilucidar el impacto material del envejecimiento. Se concluye que el reto del envejecimiento tiene menos que ver con la sostenibilidad económica que con un problema distributivo, que consiste en la necesidad de adecuar las instituciones de protección al cambio en la composición del consumo por edades.
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