Gratuidad, placer, y juego libre de formas conforman la fascinante dinámica de la experiencia artística. La libertad de la praxis de salir al otro, en juego gratuito de todas las actitudes y comportamientos de una persona, genera el infinito placer de la entrega recíproca y la construcción de una sociedad solidaria y sin excluidos. Toda esta praxis humana constituye el camino de Jesús que los cristianos buscamos vivir. La coincidencia entre este camino y la senda estética es ostensible. Este artículo busca desarrollar los términos de esta coincidencia y del devenir de las dinámicas que la estructuran. Este desarrollo se aboca desde la ética teológica.
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