La Unión Europea (UE), cuando menos, presenta una situación complicada en lo que respecta al abastecimiento de gas natural. Dicha complejidad radica en tres elementos principales. En primer lugar su alta dependencia exterior. La UE es el primer importador de gas a nivel global, pero además el descenso de su producción interna va a provocar un incremento de la dependencia exterior. En segundo lugar, la excesiva concentración de sus importaciones. Esto ha sido especialmente traumático en el caso de Rusia. Desde que en 2006 comenzaran a producirse una serie de crisis políticas entre Ucrania y Rusia, la dependencia energética de Moscú ha sido identificada como uno de los principales riesgos que ha de enfrentar la Política Energética Europea. En tercer lugar, las diferentes iniciativas que han tenido como objetivo incrementar la diversificación de las importaciones de gas no han dado los resultados esperados. Es por ello que los recientes descubrimientos de importantes yacimientos gasísticos en el Mediterráneo oriental están despertando un creciente interés en Europa.
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