Al comienzo de 2019, Venezuela se ha convertido en el epicentro de la política internacional debido a que su crisis político-institucional no sólo se ha añadido al colapso económico y social presente desde 2013, sino que también se ha transformado en una crisis regional, por la salida, según algunas estimaciones, de entre tres y de cuatro millones de emigrantes, e internacional, incorporando el pulso mundial entre EEUU, China y Rusia. En este escenario se cuestiona también el papel de la UE como una potencia que basa su política exterior en la defensa de los derechos humanos y los valores democráticos.
Esta crisis pone a prueba el liderazgo hemisférico y mundial de EEUU, la fuerza emergente de China y Rusia, la influencia moral y política de la UE y los equilibrios internos dentro de América Latina. Estos últimos se producen en pleno cambio del ciclo político a causa de la decadencia de los “socialismos del siglo XXI” y el predominio de gobiernos de centroderecha y de derecha. En este contexto, Venezuela supone un grave riesgo para la estabilidad regional: su crisis humanitaria ya afecta principalmente a América del Sur, a la vez que los países vecinos padecen la penetración del crimen organizado y el narcotráfic
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