Más allá de consideraciones de orden urbano, de organización interna del edificio o de la resolución de las diferentes unidades residenciales que lo integran, el proceso de proyecto presta una atención preferente a la utilización, actualizada y renovada, de dos recursos conceptuales y constructivos de larga tradición en la arquitectura europea: la fachada ventilada de ladrillo y el concepto de contrafuerte. El primero de ellos permite resolver los problemas consustanciales con la resolución convencional de la fachada de ladrillo cerámico, preservando los valores expresivos y significativos del material. Por su parte, el contrafuerte aparece en sus inicios como un componente de valor estructural, pero que puede operar además como mecanismo ordenador, que facilita la sistematización de todos aquellos aspectos parciales que confluyen en la determinación de la propia arquitectura.
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