Primero fueron las lluvias, luego la sequía, la mala suerte no se ha separado de Corea del Norte desde hace tres años y a su paso ha devastado miles de hectáreas de arroz y maíz. Como una plaga, el hambre se extiende por el país. Los niños ya pesan la mitad de lo normal y los campesinos rellenan sus cuencos de raíces y serrín.
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