En las últimas décadas se han producido importantes cambios en los servicios de salud, ocurriendo al mismo tiempo la cobertura universal de las prestaciones asistenciales y un enorme crecimiento en el número y coste de las tecnologías sanitarias. Por otra parte, los cambios en la sociedad afectan también a la configuración y transformación de los servicios de salud, que se tienen que ir adaptando a una población más educada y exigente, al mismo tiempo que demográficamente más envejecida. Todo ello ha ido llevando a un panorama complejo en la gestión sanitaria, desde la necesidad de contener el crecimiento del gasto sanitario, hasta la de manejar cantidades ingentes de información, pasando por la implicación de múltiples actores en la toma de decisiones, que irían desde el ciudadano de a pie, hasta el gestor político. En este sentido, las tendencias actuales se orientan a una mayor implicación de los usuarios y pacientes en los procesos asistenciales y de planificación.
La epidemiología puede considerarse a un tiempo disciplina científica y herramienta útil para ayudar a la toma de decisiones en todos los ámbitos de la gestión. Su papel se centra en aportar información fiable, conocimiento y previsión relevante para introducir racionalidad en la toma de decisiones. Esto es aplicable al entorno más macro de la gestión, es decir al proceso político y planificador (políticas de salud y salud pública), al de la meso gestión (cuyo ámbito de decisión afectaría a los centros e instituciones), y al nivel micro, que se correspondería con la gestión clínica, es decir con las decisiones que afectan directamente a los individuos de forma aislada o colectiva. Es quizás en este último ámbito, con el fenómeno de la medicina basada en la evidencia, donde la intersección entre epidemiología y gestión ha sido más amplia, por lo que queda mucho más camino por recorrer en otros ámbitos.
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