Los incentivos económicos, aunque importantes, no suelen ser suficientes para lograr que los empleados de una organización se impliquen al máximo en su trabajo y mejoren su productivi-dad. Y es que tener un propósito claro, una finalidad, juega aquí un papel de-terminante. Pero ¿estamos seguros de que los trabajadores entienden cuál es ese propósito? Para conseguirlo, la clave está en hacer que este sea plau-sible (que esté al alcance, que no sea demasiado idealista), que tenga carác-ter permanente (tiene que formar par-te, estructural y sistemáticamente, de la organización) y que sea práctico (los empleados deben saber qué hacer pa-ra lograr esa finalidad).
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