Salah Es-Saddaf llegó a España el 1 de noviembre de 1988. Procedente de Beni Mellal, en la región marroquí de Tadla-Azilal, se embarcó en la aventura de buscar una vida mejor a bordo de una patera junto a otros 22 compatriotas. Zarparon sobre la medianoche del día de Todos los Difuntos en España y llegaron a la playa gaditana de Los Lances, en Tarifa, aliados con la oscuridad de la noche. Desde allí se dispersaron y Salah logró, gracias a los ahorros de toda una vida, atravesar la península Ibérica para llegar a Francia donde le esperaba un pariente cercano. Se instaló en las inmediaciones de Lyon y consiguió un trabajo en la comuna de Givors, donde entabló amistad con descendientes de emigrantes españoles llegados en los sesenta desde tierras almerienses. Poco después, conseguidos los “papeles”, se trajo a su mujer y su hija. Cada año, en agosto, vuelve a su tierra natal de vacaciones embarcando rumbo a Tánger en Tarifa. De soslayo, mira la playa que se aleja a estribor del ferry y recuerda con nostalgia la noche de su llegada. En el verano de 2018 se le acumularon todos los recuerdos de esos treinta años transcurridos.
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