Pocas mujeres fueron tan vituperadas en Estados Unidos como Ingrid Bergman. De la noche a la mañana, a finales de los años 40, pasó de ser una mujer admirada, ejemplo de conducta moral, a convertirse en la reencarnación del pecado, en un ser perverso capaz de abandonar incluso a su hija única, con tal de dar rienda suelta a unos "innobles" sentimientos amorosos. Y todo porque estando casada se enamoró de Roberto Rossellini.
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