Desde su proclamación, en el año 929, el califato omeya de Córdoba tuvo que hacer frente a un problema cada vez más acuciante: la frontera del norte era objeto de un número cada vez mayor de ataques. No se trataba de grandes expediciones, sino más bien de pequeñas partidas que a veces eran dirigidas por magnates y que, a lo sumo, congregaban unas cuantas docenas o centenas de hombres a caballo y actuaban con enorme rapidez tanto en su despliegue, como en su retirada. El reconocido investigador E. Manzano analiza, en este artículo, la dinámica de frontera y hostilidad entre el califato de Córdoba y sus enemigos cristianos. Con ello, nos ofrece un panorama indispensable para comprender el contexto en el que se movería Almanzor.
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