Granada, España
Ha transcurrido algo más de una cincuentena desde que se descubrió que las partículas que forman la radiación cósmica pueden alcanzar energías macroscópicas (por encima del julio). Sin embargo, a día de hoy, aún no sabemos qué núcleos atómicos conforman el flujo de partículas que continuamente bombardea la atmósfera terrestre. Tampoco sabemos qué fuentes los originan ni qué mecanismos son capaces de conferirles energías que, en algunos casos, superan en varios órdenes de magnitud a la de los protones acelerados en el mayor colisionador hasta ahora construido: el LHC. Para resolver estos misterios se construyó el Observatorio Pierre Auger. Un conjunto de detectores localizados en Malargüe (Mendoza, Argentina) que abarca una superficie de 3.000 km2. Estudiando las direcciones de llegadas de más de 30.000 partículas, hemos demostrado que los rayos cósmicos de más alta energía tienen un origen extra-galáctico. Hemos cerrado así un debate de décadas, pero aún quedan interesantes medidas que hacer y analizar para resolver uno de los rompecabezas más particulares de la física actual.
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