Emmanuel Macron, desde que llegó a la presidencia de la República Francesa, ha equiparado a menudo a las clases populares con un grupo de holgazanes incultos y escandalosos. De esta manera, se aleja de la duplicidad de los sucesivos jefes de Estado con respecto a los entornos desfavorecidos: comprenderlos en teoría, pero pasar por alto sus reivindicaciones y, sobre todo, ignorar la dominación estructural de la que son objeto.
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