El germen de la moralidad humana se gestó hace unos 400.000 años, cuando los individuos se vieron obligados a colaborar para cazar y recolectar. Debido a un mecanismo de selección natural, esa interacción cooperativa fomentó el respeto y el sentimiento de equidad hacia otros miembros del grupo. Más tarde, el crecimiento de las poblaciones humanas consolidó un sentimiento de identidad colectiva que propició el establecimiento de un conjunto de prácticas culturales y normas sociales.
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