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El invierno se acerca

  • Autores: José Antonio Sabadell
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 33, Nº 189, 2019, págs. 70-78
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • Estamos a las puertas de un modelo que se contrapone al orden liberal establecido tras la Segunda Guerra Mundial. Lo nuevo está naciendo, pero lo viejo aún define la realidad. Son tiempos inestables y peligrosos.

      En 2003, la Estrategia de Seguridad de la Unión Europea partía de la idea de que Europa nunca había sido tan próspera, segura ni libre. Trece años más tarde, en 2016, la nueva versión del documento había cambiado radicalmente el tono optimista anterior, advirtiendo desde sus primeras frases de que vivimos tiempos de crisis existencial dentro y fuera de la UE, e insistiendo en que la propia Unión está amenazada. ¿Qué ha sucedido en Europa y en el mundo en los últimos 15 años que justifique este cambio radical de perspectiva? La pregunta es relevante porque esta transformación no viene determinada por una acumulación de acontecimientos aislados, sino que se trata de una “nueva normalidad”, un cambio global de paradigma del que los diferentes acontecimientos son manifestaciones parciales.

      No nos enfrentamos a una época de cambios, sino a un auténtico cambio de época. Estamos a las puertas de un nuevo modelo de relaciones sociales, que afecta tanto a la organización interna de los Estados como a las relaciones internacionales, y que se contrapone claramente al orden liberal occidental establecido tras la Segunda Guerra Mundial.

      ¿En qué consiste este orden liberal occidental? Después de 1945, la experiencia directa del totalitarismo –tanto en el fascismo ya derrotado como en el comunismo aún entonces amenazante– obligó a los gobiernos occidentales de la época a organizarse como alternativa a proyectos políticos que subordinaban los individuos a la comunidad. Así, los Estados occidentales se configuraron como gestores de la diversidad, es decir, comunidades políticas que renunciaban a una visión identitaria y a una definición de objetivos colectivos, para concentrarse en la administración económica y la estabilidad política como medios para asegurar un orden social en el que los individuos pudieran desarrollarse de manera plena.

      Este orden social fue posible gracias al establecimiento del Estado de bienestar, que pretende distribuir de manera equitativa, en todas las capas de la sociedad, los frutos de la economía de mercado. Es importante no infravalorar la trascendencia de esta decisión, que alteraba la lógica librecambista imperante hasta entonces y ponía al Estado en el centro de la toma de decisiones económicas. El informe Beveridge, publicado en 1942, sentó las bases de este sistema en Reino Unido, señalando expresamente que un momento revolucionario en la historia del mundo es tiempo para revoluciones, no para ajustes.

      En el contexto global las novedades no fueron menos intensas. Se reinventaron los mecanismos de cooperación internacional, definiendo una nueva época en la que la colaboración universal marcaría el orden mundial. Esta profunda transformación, que consolidó el propio concepto de comunidad internacional, fue provocada por la conciencia de las trágicas consecuencias de la guerra y la consiguiente necesidad de encontrar un sistema que asegurara la paz y la estabilidad. Como señala Samuel Johnson, nada ayuda tanto a concentrar la atención de un individuo como la amenaza de una sentencia de muerte inminente.

      La nueva visión se concretó en la creación de la Organización de Naciones Unidas, las instituciones de Bretton Woods y los acuerdos comerciales del GATT (posteriormente transformados en la Organización Mundial del Comercio). En la ONU, la combinación de legitimidad y realismo definida por la interacción entre la Asamblea General y el Consejo de Seguridad puso en marcha un sistema que, en palabras de uno de sus primeros secretarios generales, no pretendía llevar a la humanidad al paraíso, sino salvarla del infierno.

      Los actores de la época eran plenamente conscientes del carácter fundacional de este periodo y de su responsabilidad en la definición de un nuevo orden internacional. Las memorias del entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Dean Acheson, llevaron el significativo título de Presente en la Creación. La historia no circula sobre raíles y, como señala el propio Acheson, se escribe hacia atrás, pero se vive hacia delante. Nada está predeterminado. Las decisiones concretas tomadas en ese momento por personas concretas definieron un sistema radicalmente novedoso, que sentó las bases para 70 años de paz y estabilidad sin precedentes.

      Hoy, este modelo está puesto en cuestión…


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