La realidad del mal es un hecho que nadie se atrevería a negar. En el albor de la era cristiana, S. Agustín se hacía ya eco de ella con una dura y lacónica sentencia: "la vida humana, que está llena de tantos y tantos males de este siglo, se caracteriza por la miseria”. Desde entonces, el problema del mal ha ido extendiendo su oscuro velo sobre la conciencia humana, cada vez más sensibilizada.
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