La trascendencia siempre connota el deseo de una realización plena del ser humano que busca cómo vencer el hecho inevitable de la muerte del hombre al terminar su historia mundanal. El ser humano, por mas que lo quiera disimular, siempre se siente acosado por una inquietante y desgarrante interrogación: ¿Qué me pasa después de mi muerte? ¿Todo termina en la tumba o en el homo crematorio y lo que yo he sido, ya deja de ser para siempre? Es la característica fundamental de una verdadera felicidad el anhelo de ser amado y amar para siempre. Se quiere amar de un modo ilimitado y no se ve cómo es lograble en esta vida porque la muerte se presenta como acabando con todo. Todas las grandes culturas han tratado de dar una respuesta a este dilema. No se trata ahora de examinar todos esos planteos que coinciden, por lo general, en atisbar una perduración más allá del tiempo como aquí se vive. Más bien interesa ahora reflexionar sobre la respuesta de la fe cristiana que afirma la trascendencia de la persona humana.
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