Nadie podía prever, tan solo dos meses después del intento fallido de golpe de estado del ejército contra la Segunda República del 17 de julio de 1936, que desembocaría en el inicio de la Guerra Civil, que una decisión errónea podría conducir a que las tropas sublevadas provenientes de África y Canarias pudiesen acceder con total libertad a la península, facilitando su futura victoria.
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