Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en el verano de 1914, nadie pensaba que se prolongaría cuatro agónicos años. En un principio, la llamada a filas de miles de soldados no pareció afectar a la industria y la economía de los países en conflicto, que creían poder subsistir con las reservas industriales. Pero cuando se asumió que la guerra no iba a finalizar en pocos meses, los puestos de trabajo abandonados por los hombres que ahora estaban en el frente, debían ser ocupados con urgencia. Las nuevas industrias armamentísticas también necesitaban mano de obra. Las mujeres se iban a convertir entonces en una solución.
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