Estamos siendo testigos de la reconfiguración de la geopolítica global, dando lugar a un mundo multipolar presidido por tres grandes potencias EE. UU., China y Rusia, donde las dos últimas han constituido una asociación estratégica que incomoda seriamente a Washington. Los tres Estados son además actores de primer orden en el panorama global de la energía y dos de ellos, los EE. UU. y la Federación Rusa, están disputando su influencia sobre Oriente Medio, la región que atesora las mayores reservas de gas y de petróleo del mundo. Del mismo modo, los incidentes geopolíticos en importantes países como Venezuela no pueden dejar de tener gran incidencia en los mercados. Es pues inevitable que el panorama energético se vea contaminado por las rivalidades geoestratégicas tanto a nivel global como de algunas regiones clave. El proteccionismo comercial impulsado por el presidente de los EE. UU. incorpora incertidumbre y tensiones a un horizonte ya de por sí complejo y preocupante.
We are witnessing the reconfiguration of global geopolitics, giving rise to a multipolar world chaired by three major powers United States, China and Russia, where the last two have formed a strategic partnership that seriously disturbs Washington. All three are also major players in the global energy scene and two of them, the United States and the Russian Federation, are disputing their influence on the Middle East, the region that holds the largest reserves of gas and oil in the world. In the same way, geopolitical incidents in important countries such as Venezuela can’t avoid having a great impact on the markets.
It is therefore inevitable that the energy landscape is contaminated by geostrategic rivalries both globally and in some key regions. The trade protectionism promoted by the president of the United States incorporates uncertainty and tensions into a horizon that is already complex and worrisome.
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