Las crisis económicas pueden tener su lado positivo, si nos hacen reaccionar y repensar el mundo, especialmente el económico, para articular maneras de reconstruir de una forma más justa y equitativa. No parece que esta de la que acabamos de salir haya servido en ese sentido, sino más bien al contrario: de ella vamos saliendo reforzando elementos identitarios que le echan la culpa al diferente, y así nada hay que cambiar.
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