El 19 junio de 1867, ante un pelotón de fusilamiento en el cerro de Las Campanas, Querétaro, el Archiduque Maximiliano de Habsburgo es ejecutado por presidente mexicano Benito Juárez. Sin embargo, más que representar uno de los episodios más claros de los triunfos nacionalistas del siglo xix sobre el imperialismo y el dominio dinástico, este acontecimiento ha sido más comúnmente recordado como el telón sombrío de la dramática vida personal y política de Maximiliano. El artículo argumenta que a pesar de sus intenciones, Juárez no cimentó su legitimidad como líder de México al frente de los Republicanos con la ejecución de Maximiliano, sino a pesar de la misma. En vez de señalar la autoridad y justicia de los republicanos triunfantes, la ejecución incrementó la poca relevancia de Maximiliano y del apoyo de Estados Unidos en la historia nacional de México. En tal contexto, la ejecución, el cadáver y la memoria de Maximiliano dieron luz a una narrativa distinta de la del triunfo del nacionalismo mexicano. En ésta, Maximiliano se vuelve símbolo de las tragedias de guerra y la inmortalidad del legado real, imagen que ignoraba las intenciones propagandísticas de Juárez, así como los "republicanos radicales" de Estados Unidos. El trabajo se basa en los registros del juicio de Maximiliano de Habsburgo, la defensa que Juárez hace de la ejecución, la correspondencia diplomática dentro de Estados Unidos y entre los estadistas mexicanos y estadounidenses, los registros del Congreso de Estados Unidos y las respuestas populares en la prensa y la fotografía. Este estudio ofrece una visión única de las relaciones Estados Unidos-México con implicaciones para los estudios del imperio del siglo xix y la construcción de la nación en general.
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