El movimiento pentecostal, nacido en Estados Unidos en los primerosaños del siglo XX, ha conocido una vigorosa expansión en América Latina durante las últimas tres décadas. Su fuerte componente emotivo, sus prácticas mágico-religiosas y su insistencia en la comunicación directa, personal y permanente con la divinidad y en su intervención milagrosa cotidiana lo emparentan con las formas populares y tradicionales de la religiosidad, a la vez que lo hacen objeto de fuertes críticas por parte de algunos sectores intelectuales seculares.
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