A partir de la obra The Clock (2010) de Christian Marclay, -que consta de un montaje audiovisual de 24 horas de escenas alusivas al tiempo-, se interroga la función de los sistemas de representación temporal como parte del lenguaje que articula el arte en la actualidad. Bajo la premisa de que el ingreso del tiempo en el arte hace visible una serie de paradojas respecto de nuestra propia relación con el tiempo (entendido como tiempo lineal, administrado y mediado técnicamente), se pregunta por la disposición actual –alterada- del tiempo como sistema de orientación en el mundo, como material de obra y como parte constituyente de la experiencia.
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