Aún hoy los niños y niñas son prisioneros de una especie de sortilegio e, incluso en una parte del mundo privilegiada como Italia y Europa, siguen teniendo problemas para ser reconocidos como personas. Esto dificulta que cristalice la idea de que entre sus derechos fundamentales está el derecho a la educación. Así, la reflexión sobre la identidad de los niños y niñas es el origen de nuestra capacidad de reflexionar positivamente sobre cómo organizar, planificar y llevar a cabo las oportunidades educativas que les ofrecemos.
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