Uno de los giros más sorprendentes de la Historia se produjo el 2 de diciembre de 1804, cuando Napoleón Bonaparte, que llevaba cinco años gobernando en Francia, fue proclamado emperador. Solo habían pasado quince años dese el estallido de la Revolución Francesa, y apenas once desde la ejecución de Luis XVI, el 21 de enero de 1793. La Historia es casi siempre así de caprichosa, y así influyó en el destino de España.
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