Los últimos años de la China Imperial tuvieron como protagonista indiscutible una mujer dispuesta a romper con las antiguas tradiciones. Cixi pasó de ser una concubina imperial más a tomar las riendas de todo un imperio, al que sacó de una larga reclusión. Durante décadas, a pesar de tener que gobernar tras un biombo y sin título oficial de emperatriz de pleno derecho, Cixi abrió China a Occidente y modernizó buena parte de sus estructuras sociales, económicas y militares. A pesar de sus errores, Cixi demostró ser una soberana tan capaz de dirigir el vasto Imperio chino como lo haría cualquier hombre.
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