A finales del siglo XIX, el escritor irlandés Bram Stoker se inspiró en leyendas terroríficas del centro de Europa. Los vampiros y otras historias de terror estaban entonces de moda, y a Stocer se le ocurrió indagar en la figura de un príncipe rumano del siglo XV llamado Vlad Draculea, famoso por lo despiadado de sus castigos y por ser cruel y sanguinario.
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