En la vida no es tan fácil, pero en muchas películas se le puede señalar desde el principio, incluso pronosticar su muerte antes del final. Hay quien le define por la lentitud de su caballo y quien se deja mecer por su, a veces, absoluta falta de sentimientos. Provoca rechazo y fascinación a partes iguales y es, desde luego, tan imprescindible como el héroe de la película, aunque a él le haya tocado la peor parte. Sus códigos de comportamiento, a menudo esmeradas construcciones de guión e interpretación, no deberían servir nunca de modelo. Quizá por eso resulta tan atractivo.
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