Fabián Eduardo Arízaga Vera, Ronald Miguel Zambrano Sánchez, Grace Adalid Luna Yerovi
Cuando se hace referencia a la banca lo primero que viene a la mente, es la de una institución que tiene la capacidad de ofrecer diferentes instrumentos que permiten a las personas, ciudadanos de manera individual o en asociación, hacer uso de esos instrumentos para alcanzar un objetivo económico financiero. Cualquiera sea el escenario es importante contar con una fuente de financiamiento pública o privada que coadyuve a alcanzar el objetivo propuesto; por otra parte, la banca, dada su naturaleza tiende a generar instrumentos para personas, asociaciones o proyectos que están ampliamente referenciados o definidos y cuyo fin se dirija más hacia la expansión de un proyecto, cuyo financiamiento se extienda a los más a tres (03) años, con lo cual, la figura de los microproyectos pareciera que excluida de las posibilidades de atención a sus necesidades de financiamiento. Ahora bien, cuando caracterizamos un microproyecto, se le entiende como un conjunto de actividades cuya finalidad es dar solución a un problema local (generalmente los microproyectos, esta enfocados en un cantón especifico), en la generalidad de los casos éstos proyectos están llamados a resolver problemas de carácter comunitario (lo cual no excluye el aspecto productivo) por tanto, comúnmente generan beneficios no monetarios, todo lo anterior, plantea un escenario restrictivo a la hora de acudir a la banca. Realizando un sondeo rápido por las opciones de financiamiento de los principales bancos del país (banca pública y privada), se observa que el financiamiento disponible, está dirigido a proyectos medianos o emprendimientos que cuentan con cierto musculo financiero que les permite iniciar funciones y que con la ayuda de la banca alcanzaran su objetivo, es decir, es escasa la oferta de financiamiento a proyectos que por su dimensión deben iniciar desde cero.
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