Este artículo se centra en los retos que ha tenido que afrontar el Historiador del Arte en las últimas décadas en relación con su participación en la planificación urbanística. He abordado esta temática desde dos experiencias laborales; la primera, desde un proyecto nacional de investigación sobre la pintura mural y las consecuencias de su catalogación urbanística, y la segunda como redactor de las memorias y las fichas de catalogación del patrimonio arquitectónico en diversos planes generales y planes especiales de protección. De esta experiencia se deriva la necesidad de abordar que los Historiadores del Arte tengan una formación más completa en el campo urbanístico. Una buena identificación y selección del patrimonio arquitectónico tendría unas consecuencias muy positivas en los municipios, tanto en la preservación de sus bienes, como al ponerlos a disposición de los usuarios y del turismo, convirtiéndose en activos para su dinamización social y económica.
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