La llegada al canal de la Grande y Felicísima Armada sorprendió a los navíos ingleses en el puerto de Plymouth. Gracias a la experiencia que habían adquirido previamente en la Flota de Indias, los comandantes españoles sabían que la única manera de proteger durante la travesía a los buques mercantes, que constituían la abrumadora mayoría del contingente, era mantenerlos en una formación lo más rígida posible. A su vez, eran conscientes de que cualquier barco fuera de esta protección o en posiciones más expuestas solo podría resistir con gran dificultad los ataques de los barcos ingleses. La estricta disciplina impuesta por el duque de Medina Sidonia, así como la brillante actuación de sus buques de guerra en los combates subsiguientes, permitieron que la flota permaneciera intacta como fuerza naval desde que penetró en el canal hasta la batalla de Gravelinas.
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